No estoy solo en mis tentaciones


Dios ha prometido su asistencia en medio de nuestras tentaciones...confiemos en Él.





En Lucas 4:1-2, se relata que Jesús, lleno del Espíritu Santo, fue llevado al desierto durante 40 días y fue tentado por el diablo. Este pasaje nos muestra que Jesús también experimentó la tentación, pero a diferencia de nosotros, él no pecó. La Biblia nos enseña que podemos pedirle a Jesús que nos ayude a resistir las tentaciones, ya que él entiende nuestras luchas y nos muestra una salida para resistir.

La tentación no proviene de Dios, como se aclara en Santiago 1:13. Somos tentados por nuestros propios deseos pecaminosos. Nuestras propias pasiones y deseos pueden seducirnos y llevarnos a cometer actos pecaminosos. Las tentaciones también provienen del mundo y sus deseos. El mundo nos presenta tentaciones relacionadas con el placer físico, como la comida, la sexualidad y el poder. Estas tentaciones no provienen de Dios, sino del mundo.

Además, la Biblia nos advierte sobre el diablo, quien es descrito como el tentador y el que engaña al mundo. Dios permite que enfrentemos tentaciones y, en ocasiones, incluso nos lleva al lugar de la tentación para probarnos. Sin embargo, Dios no tienta a nadie para hacer el mal.

La falta de confianza en su Palabra y el buscar satisfacer nuestros propios deseos egoístas son formas de pecado.


Para resistir la tentación, es importante reconocer qué es pecado. La desobediencia a los mandatos de Dios, la falta de confianza en su Palabra y el buscar satisfacer nuestros propios deseos egoístas son formas de pecado.

La Biblia nos exhorta a apartarnos de todo tipo de mal y a hacer el bien. También advierte que aquellos que continúan en una vida de pecado no heredarán el reino de Dios. Es importante no permitir que el mal hable por nuestra boca y vestirnos con las enseñanzas y el ejemplo del Señor en lugar de buscar satisfacer nuestros deseos pecaminosos.

En resumen, este pasaje nos enseña que Jesús fue tentado pero no pecó, y que podemos pedir su ayuda para resistir las tentaciones. La tentación no proviene de Dios, sino de nuestros propios deseos y del mundo. Es importante reconocer qué es pecado y buscar vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. No debemos permitir que el mal nos controle, sino vestirnos con las enseñanzas de Jesucristo.


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